Alfonso
Amigos

Soy malo haciendo regalos. Quienes me conocen saben que es verdad y necesito mejorar en ese aspecto.
Hay amigos a los que tengo años sin hablarles y cuando lo hago es como si nos hubiéramos visto ayer. Me refiero a aquellos amigos a quienes no puedo engañar. Me conocieron desde mucho antes de lo pretencioso de hoy. Me vieron vomitar en aquél antro de Mazatlán y saben quién me gustaba en la prepa.
Quizás si tengo una buena cualidad es que sé escuchar mejor que el promedio. La mayoría de mis amistades viven lejos de mí. Mas bien, yo vivo lejos de ellos.
Están los amigos de la infancia. Podemos tener una distancia física, pero sé perfectamente bien cómo están sus hijos y qué opinan sobre la defensiva de los Broncos de Denver porque escuché su audio de tres minutos en el grupo de WhatsApp.
Están los amigos de la Facultad. Me conocen a fondo. Me vieron prácticamente 16 horas al día durante cuatro años y medio. En cuanto los veo, me pongo en este modo súper-agresivo-pasivo-tóxico porque conozco sus maneras de ser. Es un grupo fantástico y aunque no los veo tan seguido, seguimos dándonos con todo en las redes sociales. Al final sé que puedes contar con ellos y ellos conmigo.
Están los amigos que yo llamo del "hoyo negro". Son amigos que no necesariamente encajan en las otras categorías y quienes se han ido agregando por ser amigos de otros amigos.
Combinar amigos de distintas épocas debería calificar como magia negra. Nunca aprendí a hacerlo. Sigo siendo de los que tienen clasificados por etapas. Y es muy probable que para ellos "el Pollo" sea muy distinto al que conocen otros.
Todos los grupos de amigos tienen un "organizador", aquél que junta el dinero de todos y se encarga de pagar las cuentas. Mismo que recibe una infinita crítica por hacer las elecciones que nadie quiso hacer. No confundamos el organizador con el administrador del grupo del WhatsApp. Yo puedo ser bueno en lo segundo, más no en lo primero.
Tener amigos aumenta tus expectativas de vida. Es una verdad bien documentada. No sólo alargan sino enriquecen nuestras vidas, sin duda. Lo mejor que podemos hacer es tratarlos como lo que son: un tesoro.