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Lo que aprendí de los Jesuitas




No soy muy apegado a la religión. Soy católico por una tradición cultural y familiar principalmente. Me volví más independiente de sus tradiciones y doctrinas conforme conocí las mentes más brillantes del siglo XX: Ayn Rand, Carl Sagan y más recientemente, Steven Pinker y Neil DeGrasse Tyson.


Y es que no es ningún secreto que el problema no sólo de la iglesia católica, sino de las religiones del mundo es su dogmatismo. Esto es, su incapacidad de discutir sus ideas y creencias. Su adoctrinamiento y pequeña visión causó guerras y decenas de miles de muertos.


En algún punto entre la preparatoria y universidad conocí a un grupo de la Orden de los Jesuitas en la ciudad de Monterrey. Con ellos conviví alrededor de dos años. Y aunque terminé tomando un camino distinto, les estoy agradecido de por vida.


Los Jesuitas no son la Orden más alineada a Roma. Sus diferencias con los Papas son muchas y muy documentadas. Difieren en temas de sexualidad, aborto, control natal y evangelización misma. Luis Manuel, su líder en Monterrey, me confesó que en sus visitas a Japón y China no usaba el tradicional pan y vino, sino té y arroz para el sacramento. Ellos se adaptan. No adoctrinan.


Lo que yo recuerdo de ellos es una historia fascinante. Por ejemplo, nos juntábamos los jueves en la tarde para beber cervezas y pelear box o lucha greco-romana. En su casa principal tenían un ring en el que te subías a pelear dos rounds de tres minutos sin pegarte en la cabeza. Sólo lo hice una vez y creo que han sido los seis minutos más intensos de mi vida.


Los sábados eran para jugar fútbol y ver los partidos de la liga en la tarde. En la noche, salíamos a convivir con un grupo de mujeres a discutir y jugar un maratón bíblico, pero era básicamente para "ligar".


En alguna ocasión anunciaron una conferencia sobre sexualidad. Al comenzar la conferencia se presentó a un sexólogo, a una locutora de radio y una pareja de diez años de casados. No había ningún representante de la iglesia. Los Jesuitas dijeron que no tenían nada qué opinar sobre el tema porque ellos no son activos sexualmente y advirtieron que ningún sacerdote tampoco tiene dicha autoridad. Su mensaje fue claro: escuchen a los expertos y no al dogmático punto de vista de la iglesia.


Fuimos a un concierto de El Tri y uno de Soda Stereo. La mayoría eran ingenieros o estudiantes de ciencias. Jamás me presionaron para asistir a ningún evento ni me pidieron dinero. Luis Manuel se despidió porque iría a Asia a iniciar un camino nuevo. Lo invité a mi casa a cenar y conoció a mis Papás. Junto con ellos, se rió y bebió vino mientras se burlaban de mis historias dentro del ring o en mi casa.


Si algo de Fé le tengo a la iglesia es gracias a los Jesuitas. Un pequeño grupo de personas que entienden que su legado no es venir a imponer creencias a este mundo, sino conocerlo y dejar que sus acciones sean las que hablen.


Años después me enteré que Luis Manuel tenía cáncer. No supe qué pasó con él.

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